Cuánto te gustaría echar de tu sofá a la tristeza que de repente se sienta allí, como si fuera su casa.
Y cuánto te gustaría remediar cada enfado que quizás cogiste con razones más que justas, pero ... finalmente no vale la pena, porque sólo con un soplo la vida pasa y dicen (con razones también más que justas) que son dos días y tú debes al menos intentar ser feliz y sonreír, porque más vale una sonrisa a tiempo que sufrir por sufrir.
Cuánto quizás te gustaría estudiar menos las situaciones, que la vida no se estudia ni se pacta ni se controla... simplemente vive. No es leyenda urbana que la vida pasa y que muy pocas cosas de las que recuerdes, al final del todo, valdrá la pena.
Piensas que los suspiros son anhelos inacabados, vestidos de silencio, con palabras silenciadas y acortadas. Di lo que necesites decir a la persona indicada, a la persona correcta, sólo si son cosas bonitas, cosas que hagan feliz al que tienes de frente, porque decir cosas dolorosas, cosas que hagan daño - hazme caso- no vale la pena, ni ganarás nada, y quizás de ese modo generes un agujero oscuro que después quedará como una mancha en el recuerdo y de poco valen los recuerdos vestidos de sal y lágrimas infinitas.
Y no es que yo sepa demasiado, porque nunca jamás es demasiado, ni lo bueno, ni lo malo, pero soy quién en más de las ocasiones que me gustaría reconocer he sentido exactamente lo mismo que tú, porque a fin de cuentas, el ser humano, es humano, en esta vida, en este mundo y en cualquier sitio, al final todos en algún momento sentimos las mismas cosas, aún siendo tan, tan diferentes.
Valen la pena los recuerdos bonitos, las huellas de colores de personas que te hicieron ver que vales la pena y sentir que esas personas también valen la pena para tí. Y el resto... amigo mío, es sólo eso... restos.
D. Lorefield
"El hombre más poderoso es aquel que es totalmente dueño de sí mismo." - Aristóteles