¿Habéis jugado alguna vez al teléfono roto?. Pienso que todos en algún momento hemos jugado al teléfono roto, o al menos quien no haya jugado, habrá oído hablar de este juego. Se trata de un juego sencillo: un grupo de gente se coloca en círculo y uno de ellos elige una palabra que le dice al oído y en bajo al de al lado, y el de al lado, le repite la misma palabra al que está a su lado y así sucesivamente. En casi todas las ocasiones, cuando esa palabra llega al último que está del círculo ya no llega la misma palabra, si no cualquier cosa. En la vida pasa exáctamente lo mismo, con la diferencia que la vida no es un juego al que estamos jugando y muchas veces en según qué ocasiones decir ciertas cosas puede causar realmente mucho daño a según qué personas y en según qué momentos. Hay personas (cuidado no digo mejores ni peores) que viven siempre con un teléfono roto en su mano derecha y en la izquierda una tarjeta que dice "yo no fui, yo no dije eso" y hay otras personas que sin pensar se limitan a creer lo que dicen estas gentes que viven con un teléfono perenne y la mezcla de estos dos tipos de formas de ser es cuando se monta un hecatombe y una noria que no para de dar vueltas por mucho que quieras y es cuando se lía parda. ¿Nunca os habéis encontrado en esta vorágine que casi os devora y que por mucho que penséis no sabéis ni cómo ha llegado la situación a ser así?, y lo más triste de esto no es sólo el puñetero juego de las narices, si no el modo de jugarlo de ciertas personas, el modo de liar las cosas cada vez más, el modo de creer del contrario, (aunque sean barbaridades auténticas), si no que lo realmente duro es que descubres que la persona que tiene el teléfono roto no es un vecino, ni un medio amigo, ni nadie que te encuentras en la cola de la panadería cuando compras el pan, si no que el que tiene el teléfono es alguien a quien tú quieres y ni te puedes alejar, ni puedes discutir, ni puedes hacer otra cosa que sufrir en silencio. Sin más, sólo preguntándote ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? una y otra vez, una y otra vez...
Alguién escribió hace más de dos mil años:
ResponderEliminar"Ocúpate de tus propios asuntos. Presta atención únicamente a tus propias preocupaciones y da por sentado que lo que pertenece a los demás es asunto suyo, no tuyo. Si obras así serás impermeable a la coacción y nada te podrá retener. Serás libre y eficaz, pues darás buen uso a tus esfuerzos en vez de malgastarlos criticando u oponiéndote a los demás. Si conoces y prestas atención a tus verdaderas preocupaciones, nada ni nadie te hará actuar contra tu voluntad; los demás no podrán herirte, no te ganarás enemigos ni padecerás ningún mal."
Y, aunque no creas mucho en ello, tiene todo el sentido del mundo. Preocuparse por alguien querido es una cosa, tratar de comprender sus motivaciones cuando te hace daño es perder el tiempo y lo mejor es alejarse. Lo que no quite que estés ahí cuando se te necesite, pero vivirás más tranquila.
Besos.