Feliz dos mil diecisiete, suena largo, suena eterno, y yo espero que de igual forma nos parezca así de largo, pues el 2016 que dejamos atrás, a mí me pareció demasiado corto, demasiado rápido, demasiado fugaz.
Otra Semana Santa soñada y que pasó igual que llegó. De repente, las olas se marchaban con el verano y no eran ellas quienes corrían si no nosotros en nuestro coche para llegar a nuestra ciudad sin playa... Y sumábamos un año más al año de casados y al aniversario de novios, un año más en nuestra casa nueva, otras navidades que se fueron y nuestro portátil sobrevivió a la caída de un vaso de cocacola dejando las teclas "pegajosas" tras días sin poder encenderse. De repente un día me levanté y soplábamos las dos velas de mi hijo.
¿Qué pasó con el 2016?, llegó, se fugó y nos dejó con recuerdos bellísimos que efectivamente no volverán, pero quedaron fotos enmarcadas, recuerdos en la memoria. Nos dejó alguna que otra cana de más, nada que no se pueda solucionar con un buen tinte. Porque no, no nos tocó la lotería, pero gracias a Dios tenemos salud, y hoy más que nunca es lo que más agradezco. 2016 se marchó, con pocas penas, y muchas glorias, se marchó dejando dibujados meses que no volverán, porque el tiempo nunca vuelve.
2017 me trae nuevos sueños, nuevas metas, nuevas inspiraciones, agarrada de la mano y de la compañía de las dos personas que más quiero en mi vida: mis dos chicos, mi marido y mi hijo.
Bienvenidos a 2017, como siempre, sentáos, ponéos cómodos, disfrutar de una buena taza de té o café, quizás zumo, o agua, en cualquier caso, bienvenidos a vuestra casa y gracias por estar aquí, en esta habitación que es tan mía como vuestra.
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